Hola, presento mi propuesta a su oferta de escritura de guión literario.
En la actualidad soy escritor y redactor freelance profesional. Redacto todo tipo de textos, publicitarios, artículos de opinión, manuales didácticos, etc. También he escrito dos novelas. Me comprometo a cumplir su encargo en el menor tiempo posible, y ajustándome a sus indicaciones, investigando y documentándome todo lo que sea preciso.
A continuación pongo un artículo para que sirva de muestra.
Quedo a la espera de sus noticias para empezar a dar forma a su guión literario. Vamos a estudiar el contenido del guión y a analizar el mensaje que queremos transmitir para que genere un impacto en la audiencia. Será un placer colaborar con Vd. Un cordial saludo.
La leyenda del pozo amargo.
La plaza del pozo amargo, de Toledo, tiene un nombre triste. El pozo que allí hay guarda el secreto de una preciosa historia de amor, romance judeo-cristiano, embrujo a la luz de la luna, leyenda toledana….
¿Qué hay detrás de Raquel, ese personaje que recorre los labios de los toledanos cada vez que se nombra esta plaza?
Raquel, la bella Raquel. Hija de un acaudalado judío, vivía casi recluida en su palacete. La rigidez del padre marcaba las normas en la casa.
El judío y fanático Leví, vivía con su única hija en una casa situada en la plaza. Raquel, la bella Raquel, vivía casi recluida en el palacete del acaudalado judío. La rigidez del padre marcaba las normas en la casa. La jovencita Raquel cuidaba el jardín familiar, las hierbas que crecían en torno a los rosales. Oyó que llamaban a la puerta, y corrió jugueteando a abrirla. Ante ella estaba Fernando, caballero cristiano preguntando por el señor de la casa. Los ojos negros del joven abrasaron la mirada de Raquel, que, tímida y sonrojada, contestaba sin poder mirar a la cara de Fernando…La mecha del amor prendió con fuerza, con pasión, entre Raquel y Fernando.
Noche tras noche, la noche toledana contemplaba como Fernando, cuando su madre, doña Leonor, empezaba sus oraciones, salía sigiloso hacia la casa de Raquel. Sólo las sombras que se reflejaban en las fachadas de las hermosas calles toledanas, eran testigos de semejante amor. Con cuidado, calado el chambergo, embozado en su amplia capa carmesí y con la mano en la empuñadura de la espada, el joven, presuroso, se dirige por la actual calle del Nuncio Viejo, sorteando encrucijadas peligrosas, a ver a Raquel, la bella hebrea, señora de sus pensamientos.
Raquel y Fernando vivían su ilusionado romance con una pasión desbordada. No había lugar en sus enamoradas almas para sus diferencias religiosas, sus diferentes mundos, sus universos separados por una eternidad.
Pero la tragedia empezó poco a poco a ir tomando forma. Un mal día…un día equivocado, un momento fatal…y un amigo del judío Leví descubre a los enamorados. Cuando el padre de Raquel lo sabe, no puede dar crédito a lo que oye. No quiere creerlo, pero confía en su amigo plenamente….Un joven cristiano, de una religión a quien el pueblo de Leví culpa de todos sus males y desgracias….se atreve…a pretender robar a su niña, a su joya más preciada a su tesoro, a su Raquel. La sangre de Leví se llena de odio, de veneno, de sed de venganza. La rabia lo trastorna. Ve a su hija como nunca la ha visto, la quiere, le llena verla más feliz que nunca. Pero, hay unas normas religiosas que cumplir, hay un honor que salvar. Hay un pueblo a quien vengar.
Una noche, la luna tenía un color especialmente rojizo, presagio de sangre, dolor, y muerte. Fernando acudió en el más logrado silencio a la casa de Raquel. Con el corazón ardiendo deseaba verla, tocarla, rozarla, amarla. Raquel, se ahogaba de amor esperando que el momento llegara. Que el día transcurriera…y la hora de la cita pactada la calmara su desesperación, la sacara un día más de su encierro, y la envolviera en un paraíso, una única razón de vida, un futuro lejos, muy lejos, una felicidad eterna…Raquel miraba a través de una de las ventanas de la casa…esperando que la sombra de su amor se acercara…
Pero la noche se tornó especialmente oscura de repente. Un siniestro silencio, cómplice de la tragedia, ocupó la oscuridad. Raquel contempló, desde su ventana enamorada, como una daga dibuja una curva de muerte y va por la espalda al corazón de Fernando. La luna toledana lanzó un sollozo, y en toda la ciudad supieron que una vida inocente se había arrebatado…. Acude Raquel, y un grito siniestro se escapa de su pecho al ver sangrando en tierra al caballero.
A Raquel se le heló la sangre. Fernando yacía muerto en el suelo. Una daga bien empuñada acertaba en su mortal punzada. Alguno de aquellos vigilantes puestos por Leví, había concluido su trabajo. De un certero golpe por la espada, habían dado muerte al joven cristiano.
De esta forma el honor había sido salvado en la casa de Leví. Los rumores acallados, la honra librada. Y el viejo sonrió satisfecho. Alguno de sus vigilantes, fruto de unas instrucciones detalladas, había hecho un buen trabajo.
Quedaba así en la casa de Leví, el honor salvado, la ley intacta y los rumores acallados. Raquel quiso despertar. Pero no era un sueño aquella visión. Estaba contemplando el más crudo horror.
La noche y la oscuridad invadieron para siempre el corazón de Raquel. Pasaba días enteros en soledad, lágrimas de hiel manaban de su corazón, y corrían amargas hasta el pozo cercano.
Todas las noches acude Raquel al brocal del pozo. Esperando que Fernando aparezca, anhelando sentir la felicidad de tantas noches, el amor más puro colmado… Se dice que lloró tanto y fueron tan grandes sus lágrimas por el alma de su amado…que las dulces y transparentes aguas del pozo poco a poco fueron convirtiéndose en amargas.
La desconsolada Raquel no encontraba nada en su vida que ha hiciera dejar de llorar, lo hacía todo el día, eternamente. Una noche, a la hora en que los amantes se reunían….con los ojos turbios de tanto llanto…vio una luz reflejada en el fondo del pozo. Era la luz de la luna, que allí se reflejaba. Asomada al brocal, estuvo segura de ver la imagen de Fernando en el fondo del pozo. Se aclaró los ojos, volvió a mirar con su cuerpo inclinado, ardiente, tembloroso. Fernando la sonreía, y la extendía sus manos, aquellas manos que tantas veces la hicieron sentir el amor más profundo. Aquello era demasiado para el doloroso corazón de Raquel. Sin titubeos se lanzó a fundirse en un abrazo eterno con Fernando.
Raquel, la desconsolada Raquel, sólo deseaba llorar eternamente. Con los ojos turbios, atisbó una luz en la profundad el pozo. Era la luz de la luna reflejada. Calló su llanto y se enjugó las lágrimas. Asomada al brocal, creyó ver la imagen de Fernando. Aclaró otra vez sus ojos. Fernando la sonreía y le extendía las manos pidiendo tener las suyas. Raquel no lo dudó. Se abalanzó a fundirse en un abrazo con su amado. Su lloro ya no sería eterno. Sí sería eterno ya su abrazo.